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Revisión del tratado: ¿podemos mantener las fortalezas? La revisión del T-MEC obliga a México a redefinir su posición en América del Norte. Entre presiones geopolíticas, cadenas productivas en transformación y el ascenso tecnológico de estados como Querétaro, el país entra a la negociación con fortalezas únicas.

Cuando uno escucha a funcionarios, empresarios y especialistas reunidos en un foro como el Congreso de Comercio Exterior de COMCE en Querétaro, se activa una intuición poco frecuente: a pesar del ruido político global, México podría salir fortalecido de la revisión del T-MEC en 2026.

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No es una apuesta menor. Estamos hablando del acuerdo que define 80% de nuestras exportaciones, de la columna vertebral del empleo industrial y del marco sobre el que se sostiene la integración productiva de América del Norte.

Querétaro fue el escenario adecuado para esta conversación. No sólo por su reputación como “caso de éxito” industrial, sino porque encarna el modelo que varios estados buscan replicar: un ecosistema con universidades que producen ingenieros especializados, centros de diseño automotriz y aeroespacial, data centers que ya posicionan a la entidad como nodo estratégico de información y un gobierno estatal que comprende que el futuro ya no está en armar piezas, sino en diseñar sistemas.

Durante los diferentes paneles llevados a cabo durante el foro del COMCE, este punto fue repetido con claridad: la manufactura como la conocíamos dejará de ser una ventaja. La automatización avanza y el ensamble, por sí solo, se convertirá en un commodity.

La ventaja real estará en el diseño, en el software, en los chips, en la propiedad intelectual y en la capacidad de integrar materiales y tecnologías que hoy apenas empiezan a cruzarse: hidrógeno, conducción autónoma, inteligencia artificial y semiconductores.

Más allá de la narrativa del nearshoring (que, por cierto, ha quedado ya como guardada en un cajón), lo que está en el centro es el diferencial estructural que México tendrá frente al resto del mundo cuando se estabilicen las reglas.

Si la relación México–Estados Unidos se ordena tras la revisión del tratado, el país podría ganar una posición competitiva inédita: acceso privilegiado al mercado más grande del mundo en un contexto donde Europa y Asia enfrentan tensiones comerciales cada vez más profundas.

Pero llegar bien posicionados no será automático. Durante las diversos encuentros del Congreso, quedó claro que México debe entrar a la revisión del T-MEC sin presiones arancelarias pendientes.

Limpiar la mesa antes de negociar sería la jugada más estratégica. Hay una ventana, pequeña pero real, para resolver las tensiones actuales con Estados Unidos en materia de aranceles antes de enero, cuando formalmente inicie la revisión.

El segundo eje es China. Las presiones para cerrar el paso a productos chinos seguirán escalando. La tentación de responder con aumentos generalizados de aranceles está ahí, pero esto –como se comentó en reiteradas ocasiones– es un “escopetazo” que termina lastimando a países terceros y sectores completos.

La alternativa son remedios de precisión: antidumping, antisubsidios y coordinación trilateral. Norteamérica tendrá que dejar de actuar de manera aislada si quiere competir realmente con el poder manufacturero asiático.

A esta ecuación se suma otra transformación silenciosa: la inteligencia artificial. Expertos mencionaron que su impacto será incluso mayor que el del desorden geopolítico. Empresas capaces de integrar IA en tecnología automotriz, logística, manufactura y diseño de componentes redefinirán la cadena de valor.

Y nuevamente, Querétaro aparece como ejemplo: centros de diseño, talento especializado y alianzas con organismos como JICA o Banco Mundial ya están formando perfiles capaces de diseñar chips y sistemas para electromovilidad.

Si México quiere jugar a la ofensiva en la renegociación, debe hacerlo con propuestas que fortalezcan la región: cooperación en semiconductores, convergencia regulatoria en inteligencia artificial, esquemas trilaterales de financiamiento para pymes y un empuje serio a energías renovables. Todas son iniciativas que fortalecen a México sin cruzar ninguna línea roja para Estados Unidos o Canadá.

Un mensaje contundente del Congreso del COMCE es que el país no debe llegar a la revisión del T-MEC desde la incertidumbre, sino desde la coherencia.

Si México mantiene el cumplimiento con sus compromisos internacionales, con la certidumbre jurídica y sigue transmitiendo estabilidad (en un entorno global que atraviesa por uno de los mayores ciclos de desorden en décadas), las oportunidades serán amplias.

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